Pitágoras, Sócrates, Aristóteles y Platón; cuatro filósofos griegos del siglo IV antes de Cristo. Consideraban que si el ser humano tiene un alma inmortal, pero concluyeron que la vida de los seres humanos era demasiado corta, así que, para darle más temporalidad a los seres humanos, consideraron como una realidad de reencarnación. Es decir, que al momento de morir un ser humano su alma reencarnaba en un ser viviente. Pitágoras era un genio matemático y un filósofo que fundó una hermandad religiosa más que una escuela filosófica. Los pitagóricos creían en la inmortalidad del alma y en su progreso a través de sucesivas reencarnaciones no solo en cuerpos humanos, sino, también en los animales; por eso los pitagóricos se abstenían de comer carne, porque la bestia o el pájaro que uno come quizá estuvo animado por el alma de un antepasado propio. Así, el ser humano tiene un objetivo en la vida, y es liberarse de la corrupción del cuerpo y convirtiéndose en un espíritu puro, volver a unirse con el espíritu divino al cual pertenece.Así, el ser humano tiene un objetivo en la
vida, y es liberarse de la corrupción del cuerpo y convirtiéndose en un espíritu
puro, volver a unirse con el espíritu divino al cual pertenece.
Esencialmente hasta que el espíritu no se purifique por completo debe pasar por una serie de transmigraciones, de un cuerpo a otro.
En el Antiguo Testamento, en el génesis se dice que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios al que le dio parte de su divinidad, proporcionándole un alma inmortal, y por lo tanto, eterna; aprisionada en el cuerpo temporal y perecedero.
Jesús predicó la inmortalidad del alma y aseguró que esta no muere con el cuerpo, sino que, por el contrario, la muerte es el nacimiento del alma a la vida eterna, a estar en presencia de Dios, y si lo merecemos, disfrutar eternamente de la felicidad. La que podemos alcanzar si nos comportamos y vivimos de acuerdo con la doctrino de Jesús.
Invierno del 2005 Raúl Zepeda Chanona
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